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Abstract distrito del ''Nilo occidental'' (té rmino presente al menos en la edició n de 1978 que hemos podido consultar). La ú ltima edició n del diccionario no describe la divisió n territorial del país. Sin embargo, en las primeras versiones, se siguieron criterios contrarios a las actuales recomendaciones internacionales, que aconsejan no traducir los nombres de los lugares geográ ficos cuando no haya una tradició n secular para su designació n, para así lograr ''una forma escrita ú nica de cada nombre geográ fico de la Tierra'' 16 . En virología, como en geografía, debemos asumir tambié n los principios de univocidad (establecimiento de una norma estricta ú nica para cada nombre de virus) y el de claridad y precisió n (referencia inequívoca en las denominaciones de los virus, para evitar dudas y confusió n). Como una primera aportació n para la discusió n, proponemos usar unas normas bá sicas simples para la traducció n del nombre oficial de cada virus a nuestro idioma: En relació n con la carta al Editor de Tenorio et al 1 que aparece publicado en este nú mero, acerca de la terminología correcta que debemos utilizar en español para referirnos al virus del Nilo Occidental, quisiera hacer una serie de puntualizaciones y argumentar por qué , en mi opinió n, la denominació n apropiada en español para este pató geno debe ser la ''de virus del Nilo Occidental'' y no ''virus West Nile'', como se propone en el citado artículo. En su editorial 1 , los autores indican el uso de 3 normas bá sicas simples para nombrar a los virus cuando se escribe o habla en españ ol. La disponibilidad de este tipo de normas, una vez consensuadas por los viró logos de habla hispana, sería muy ú til no só lo para la comunidad científica, sino tambié n para la població n hispanoparlante en su totalidad; sin embargo, surgen ciertas dudas sobre el planteamiento que los autores proponen para algunas de las normas indicadas. A mi parecer, la primera norma es absolutamente adecuada (Las denominaciones de los virus cuyo nombre deriva de las enfermedades que producen, pueden y deben traducirse). De hecho, así se hace habitualmente cuando nos referimos a virus cuyos nombres derivan de enfermedades conocidas desde hace mucho tiempo, las cuales se han denominado de forma distinta en diferentes lenguas, y cuyos agentes causales se han descrito con posterioridad (p. ej., el virus de la gripe frente a Influenza virus, en inglé s; el virus del sarampió n frente a Measles virus, en inglé s, etc.). La misma norma se aplica cuando se trata de virus que causan enfermedades de descripció n reciente, como el virus de la inmunodeficiencia humana (human immunodeficiency virus, en inglé s). Sin embargo, no encuentro justificada la aplicació n de la tercera norma (Cuando un virus se escribe en un artículo científico en español, para evitar dudas o confusiones, debe incluirse la designación oficial adoptada por el Comité Internacional de Taxonomía de virus 2 ). ¿Qué ventaja aportaría, por ejemplo, escribir que ''el virus de la encefalitis equina venezolana (Venezuelan Equine Encephalitis Virus) causa una enfermedad respiratoria grave''? La ú nica situació n en la que parecería apropiado aplicarla sería cuando se estuviera haciendo referencia a un virus descrito muy recientemente y para el que aú n no se hubiese acuñ ado un té rmino específico en españ ol, como, por ejemplo, ocurrió recientemente tras el aislamiento del coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, del inglé s severe acute respiratory syndrome coronavirus). En cualquier caso, quizá el punto má s conflictivo y el tema central del editorial al que trato de replicar en este artículo es la segunda norma propuesta en é l (Los topónimos incluidos en los nombres de los virus sólo pueden traducirse si existe un nombre propio tradicional para su designación). En mi opinió n, la norma es en general correcta, pero el problema surge a la hora de determinar cuá ndo es necesario, o conveniente, traducir un topó nimo y cuando no lo es. Los autores apoyan su propuesta con una serie de ejemplos y argumentos que, a mi entender, no en todos los casos describen situaciones o hechos equiparables. Así, por ejemplo, se hace referencia a que el primer hantavirus descrito en Amé rica en 1993 3,4 , el virus Sin Nombre, se denomina Sin Nombre virus en inglé s. Aparte del acierto y sutil sentido del humor aplicados para poner de acuerdo a toda la comunidad, científica y no científica, en la utilizació n de ese topó nimo, la denominació n hace referencia a una localidad cuyo nombre original es españ ol. Por tanto, ¿qué traducció n se hubiera podido realizar por parte de los viró logos hispanohablantes de un topó nimo original españ ol? Del mismo modo, los autores hacen referencia a otro virus (Naples virus, en inglé s), cuya nombre españ ol es virus de Ná poles. El pató geno fue, de nuevo, denominado haciendo referencia a la localidad donde se aisló por primera vez, la ciudad de Ná poles (Italia). En este caso, se argumenta que el té rmino inglé s debe traducirse al españ ol, ya que el topó nimo tiene un nombre propio tradicional en españ ol. El argumento parece correcto, de acuerdo, tal como indican Tenorio et al 1 , a las recomendaciones del Manual de Español Urgente 5 , en el que se aconseja usar los nombres tradicionales, siempre y cuando é stos esté n profundamente arraigados, cuando se escribe o se habla en españ ol. Tambié n se hace referencia a otro virus, el virus de la enfermedad de Newcastle, y se indica que esta es la forma correcta de referirse a é l en españ ol. Este razonamiento tambié n parece adecuado, dado que en nuestro idioma siempre nos referimos a la ciudad britá nica de la que se deriva su nombre con el sustantivo Newcastle y no con la traducció n literal de é ste (castillo nuevo). Sin embargo, los autores aplican, a mi entender de modo erró neo, el mismo razonamiento para denominar el ''virus West Nile'' al virus causante de la fiebre del Nilo, el cual debe su nombre al topó nimo de la regió n geográ fica donde se aisló por primera vez, el distrito del Nilo Occidental (West Nile district, en inglé s) de Uganda 6 . Tenorio et al especulan con el hecho de que, si los autores que denominaron la enfermedad por primera vez 6 lo hubieran hecho con el topó nimo de la localidad donde residía la mujer de la que se aisló el virus, Omogo, el nombre en españ ol del pató geno habría sido ''virus Omogo'' y no ''virus de las plantaciones de hierba'' (traducció n literal del té rmino omogo en lengua urhobo). Naturalmente, en muchas lenguas, los topó nimos hacen referencia a nombres de personas, animales, accidentes geográ ficos, etc. Así, si los virus se denominan por un topó nimo de este tipo, su utilizació n en españ ol debe hacer referencia al nombre del topó nimo utilizado en el país de procedencia y no a su significado etimoló gico, tal como se ha comentado anteriormente en el caso del virus de la enfermedad de Newcastle. Siguiendo este razonamiento, es de suponer que el nombre inglé s de un hipoté tico virus aislado en la comarca de la Tierra del Pan (Zamora [Españ a]) no sería Breadland virus, sino Tierra del Pan virus. Para apoyar sus argumentos, Tenorio et al indican que es recomendable seguir los criterios internacionales 7 que aconsejan no traducir los nombres de los lugares geográ ficos cuando no haya una tradició n secular para su designació n, para así lograr ''una forma escrita ú nica de cada nombre geográ fico de la Tierra''. La cuestió n, pues, radica en si el topó nimo Nilo Occidental se puede considerar como tradicional en españ ol. Las referencias específicas a é l no son muy abundantes, pero, al igual que ocurre, por ejemplo, con el estado norteamericano de Virginia Occidental (West Virginia, en inglé s), cuando existen, el té rmino utilizado en españ ol ha sido distrito del Nilo Occidental y no distrito West Nile. Así, por ejemplo, como comentan Tenorio et al 1 , el Diccionario Enciclopédico Espasa en su edició n de 1929 citaba erró neamente el distrito del ''Nilo oriental'' (sic), el cual aparece posteriormente corregido (distrito del Nilo occidental) en la edició n de 1978. Ediciones posteriores no incluyen el té rmino, debido a que actualmente Uganda se divide administrativamente en 78 distritos y 4 divisiones administrativas, estando localizada la ciudad de Omogo en el actual distrito de Arua 8 . En cuanto a las referencias específicas al virus del Nilo Occidental, así aparece escrito en la Clasificación y Nomenclatura de Virus, editada por el grupo de Virología de la Sociedad Españ ola de Microbiología 9 , en el Boletín Oficial del Estado 10 , en la pá gina web de la oficina regional (Organizació n Panamericana de la Salud) de la Organizació n Mundial de la Salud 11 , e incluso en la pá gina en españ ol de los Centros para el Control y la Prevenció n de Enfermedades (Center for Disease Control and Prevention) de Estados Unidos 12 . Es má s, é sta parece tambié n la tendencia general en otros idiomas, puesto que un rastreo en internet utilizando el buscador Google 13 en francé s, alemá n, italiano, o españ ol indica que, en la mayoría de las citas, el té rmino aparece traducido: virus du Nil Occidental (78%, 73.400 citas), West Nil virus (19.700, 59%), virus del Nilo Occidentale (43%, 6.330), o virus del Nilo Occidental (72%, 24.100). Histó ricamente, la estandarizació n internacional de las nomenclaturas ha seguido las pautas marcadas por el idioma del país hegemó nico del momento, dado que é sa era la lengua má s comú n para las distintas sociedades de la é poca. Lo fue el griego, el latín, el españ ol, el francé s, el alemá n y, desde hace unas cuantas dé cadas, lo es el inglé s. Ahora bien, cuando escribimos en nuestra propia lengua, deberíamos tratar de usar el menor nú mero de té rminos ajenos a ella, de modo que la mayoría de las personas a las que nos dirigimos entienda nuestras observaciones, hipó tesis y razonamientos. Precisamente, uno de los principales problemas de los científicos, y de los viró logos en particular, es có mo hacer llegar nuestros conocimientos y descubrimientos a la ciudadanía y, a mi entender, una buena manera de comenzar a hacerlo es dirigirnos a ella en un lenguaje que le resulte lo má s familiar posible. Si cuando nos referimos a los vinos decimos, por ejemplo, que bebemos vinos con denominació n de origen de Burdeos, y no de Bordeaux, o del Rin y no del Rhein, ¿por qué habríamos de investigar sobre el virus West Nile y no sobre el virus del Nilo Occidental? Por lo tanto, virus con denominació n de origen sí, pero en españ ol.

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